viernes, 23 de octubre de 2009

BARRIO DEL CHOVITO, TENERIFE


Entiendo que las misiones que se les encomienda a la Guardia Civil y Policía Nacional son duras y creo que el sueldo, más bien escaso, nunca justificará el esfuerzo y dedicación de que hacen gala, sobre todo los primeros.



Cuando pintan bastos se me parte el corazón viéndoles caminar a hombres de emocionados compañeros hacía el último cuartel, del que nunca se vuelve, mientras se escuchan entre sollozos, los tristísimo sones de la impresionante “LA MUERTE NO ES EL FINAL”. Nunca nadie nació para morir así y ellos lo asumen si es que alguna vez se puede asumir algo semejante.



En algún momento de mi vida, en mis años jóvenes, les tuve enfrente, al otro lado de la raya donde en ocasiones nos enfrentábamos de una manera muy desigual. Por un lado estaban ellos y el poderío de su preparación y medios, por otros las gentes sencillas del pueblo u obreros, de donde provienen también, enzarzados los unos contra los otros sin poder entender, salvo por la necesidad de comer todos los días, como nos ocurre a todos, que tuvieran esas reacciones viscerales contra los suyos, contra la gente humilde de su misma condición.



El otro día, la televisión nos recordaba el aniversario de la actuación de guardias civiles y policías nacionales, altivos, desafiantes, en el lamentable desalojo de un barrio de pescadores en Canarias después de llevar más de 60 años viviendo allí. Me hacían recordar viejos tiempos cuando se enfrentaban a nosotros con porras, con escopetas que disparan pelotas de goma, botes de humo o gases lacrimógenos mientras los que estábamos enfrente solo teníamos la voz y alguna piedra despistada que de vez en cuando alguien les tiraba y siempre morían en sus escudos. La calle a veces es muy dura sobre todo para los que más tienen que perder.



Hoy he sentido de nuevo indignación al recordar y volver a ver, las imágenes de hace un año viéndoles actuar, obedeciendo a esos políticos rastreros que dan las órdenes. Como en otras muchas ocasiones sé que cumplían con su deber. Pero…fue muy lamentable cómo llevaron adelante ese desalojo en Canarias de los humildes pescadores que defendían sus casas. De nuevo se me volvió a abrir el alma. Pero esta vez no por ellos, se sabía que serían los vencedores en la desigual contienda sino por unos veteranos pescadores canarios que llevan viviendo 60 años al lado del mar y ahora por inconfesables intereses había que destruir sus humildes casas, estorbaban a alguien.


La Ley de Costas, se les aplicó hace un año con el máximo rigor a esta pobre gente y para ello contaron con la fortaleza, la altivez unida a la prepotencia del que alguien importante puede llegar a sentirse, por aquello de llevar uniforme y pistola, y así, con humillación y alevosía llevarles en volandas a personas tan dignas como lo puede ser los padres y madres de los policías y guardias civiles y no más jóvenes que ellos, para desalojar el camino donde pudieran trabajar las máquinas y destruir sus casas, construidas con mucho esfuerzo antes de que naciera la LEY. Seguro que alguien con esta acción, ley al margen, se forrará. Seguro que al año de aquella hazaña más de cuatro se habrán forrado ya.



Y seguramente tendrían razón los que ordenaron el desalojo, ¡Pero por Dios! ¿Cuántas obras ilegales sigue habiendo hoy en la costa Española? ¿Cuántos hoteles se han construido en los últimos metros de costa? ¿Cuántos apartamentos y urbanizaciones están igualmente ilegales? Pero no, había que dar ejemplo y como siempre primero con los pobres que llevaban viviendo dignamente 60 años allí y con abogados seguramente “más dóciles” que los que defienden a los ricos y poderosos. Pobre gente, me he vuelto a indignar ahora como lo hice hace un año, al recordarles y volver a ver las imágenes. He sentido de nuevo el desprecio por los políticos o jueces que ordenaron el desalojo y me he vuelto a llenar de vergüenza ajena al recordar a los hijos del pueblo vestidos de uniforme haciendo gala de su fuerza física. Hoy, al recordar su “hazaña” de hace un año, no les puedo aplaudir, todo lo contrario.


Más que nunca, hoy cobra sentido el poema de León Felipe cuando nos decía tiempos atrás, que la justicia vale menos que el orín de los perros.


Disculpad que me haya crispado al escribir este recordatorio. He roto mi promesa de no caer en esa tentación trampa, pero necesitaba hacerlo. Soy así de imperfecto. No volverá a ocurrir. Os lo aseguro.



Saludos.



4 comentarios:

Elena dice...

Hola Fernando.
Siempre pasa lo mismo, siempre se empieza por la parte más débil cuando no es ésta la única que paga el pato.
En Galicia tiene Pepiño Blanco una residencia de lujo que se salta la ley de costas a la torera y nadie se atreve a meter mano ahí. Eso sí, los chiringuitos de la playa estorban, claro, como ellos se toman la cervecita en un restaurante de lujo...

Muy buena entrada. Un abrazo.

Fernando dice...

Gracias, Elena, coincidimos plenamente. Es el triste sino de los menos favorecidos.

Aunque suene a pura demagogia (me da exactamente igual) en este y en todos los países del mundo, las decisiones que se toman siempre están encaminadas a favorecer en primer lugar a los insaciables poderosos que no las necesitan. Para los demás, se inventaron aquello de las migajas. Seguimos igual.

Un abrazo.

Pasión dice...

Fernando, no estoy de acuerdo contigo, no te disculpes por tu crispación, haces bien denunciando estas lamentables injusticias, a mí me indignan.

Es una hipocrecía por parte de nuestros gobernantes. Zp y el virrey andaluz Chaves y su corte, anda que no se lo pasan bien en el Coto de Doñana, 15 km. de playa virgen para ellos solito con la inestimable ayuda del contribuyente.

No sé si conocerás el asentamiento chabolista de "El Vacie" al lado del cementerio de Sevilla, ni Franco, ni la democracia han podido hacerlos desaparecer, hay familias que afortunadamente salen de allí, pero siemre vienen otras, otras y otras... muy raro todo.

¿Tú corristes delante de los "grises"?. A mi me pilló una manifestación en el centro de Sevilla en 1.973 del siglo pasado, sin comerlo ni beberlo, me quedé en medio de la calle viéndolas venir, un policía me dijo: "metete dentro de un portal y no salgas hasta que nos vayamos", y eso hice, era muy jovencita y no entendía nada.

Un abrazo

Fernando dice...

Pasión: Al principio de estar en Sevilla, hacía excursiones para ir conociendo los barrios y alrededores. Me metí un día en pleno Vacie y no lo pasé del todo mal porque desconocía entonces donde estaba, pero noté algo raro, vi miradas muy sospechosas. Me gané una bronca monumental de mis compañeros de trabajo cuando les dije por donde había pasado y dedujeron al hablarles de un Carrefour que era ese asentamiento.

En mis años jóvenes milité en un Partido no legalizado (posteriormente lo legalizaron) de la extrema izquierda y ese sarampión me duró varios años. Un día conté algo por aquí, creo que en el cuaderno de Tellagorri.

Así podrás entender que tengo mucha experiencia en ciertos menesteres, acontecimientos, carreras y porrazos. Forman parte de mi vida, de mis recuerdos y por supuesto, no me arrepiento de nada. Fue una época que viví como quise, nadie me obligó a nada, fui libre en mis decisiones. Eso sí, terminé totalmente defraudado y vacunado para el resto de mi vida.

Gracias por tu visita. Un abrazo.