jueves, 12 de noviembre de 2009

Mis recuerdos de Sevilla



Hablo siempre con mucho entusiasmo de Sevilla. Pero mis primeros días no fueron nada sencillos.


Estaba en mi tierra, sin trabajo en el paro. Me ofrecieron uno en la capital andaluza y no lo dudé, acepté de inmediato. No aguataba más estar sin trabajar. Me embarcaba en una nueva experiencia de la que desconocía casi todo. Desde la ciudad, Sevilla, a la que sólo conocía en plan turista de un par de ocasiones, al trabajo que era totalmente nuevo para mi. Me sentía un poco perdido en todo, pero había que seguir adelante.


Pero ese no era el problema mayor, siempre se puede aprender rápido y las cosas pueden funcionar e ir de menos a más, como afortunadamente así ocurrió.


No tuve muchas dificultades para encontrar donde vivir. Lo más duro, lo peor, fue que estaba a casi 900 Km. de los míos, de mi casa, y no conocía nadie. Durante la semana todo era mucho más llevadero, iba al trabajo, al mediodía me quedaba a comer en el restaurante del polígono donde trabajaba y por la noche como el judío errante de la Zarzuela, perdiéndome por esas calles que empezaba a conocer, para al final llegar a casa. Antes, solía tomar un vino en una cervecería del barrio (Nervión) Miraba a un lado y a otro y todas eran caras desconocidas y lejanas. Me daba envidia verles sonreír. Era un poco duro pero soportable.


Pero un día, allí mismo, en el mismo bar de todas las noches conocí a mi primer amigo, Nicolás, un boticario de Jaén, con una farmacia en uno de los barrios obreros de Sevilla, El Cerro, al que no entendí nada aquel primer día, hablaba a los Jaén mezclado a lo Sevilla y eso es demasiado para una oído no acostumbrado. Pero fue y sigue siendo mi primer amigo. Luego, él mismo, me fue presentando a los suyos y al final lo esperado y deseado, gente extraordinaria todos.


Lo peor eran los domingos por la mañana (los sábados trabajábamos el día completo) a las 10 de la mañana, estaba ya en la calle. Me iba a ver algunas cosas de Sevilla pero al final siempre acababa en la preciosa Plaza de España y ahora os cuento el motivo.


Ya sabéis que están representadas todas las provincias de lo que antes fue España, Burgos incluida por supuesto y con una cerámica representando el juramento del Rey ante Rodrigo de Vivar, hecho histórico incuestionable en aquellos años 20 y que hoy, todos señalan que no coincide con la realidad. Por cierto, a pocos metros allí está su estatua ecuestre del Cid y que en Sevilla, tristemente se la conoce como Plaza del Caballo. No todos conocen la vinculación del héroe burgalés con la capital andaluza


Pero volviendo a lo anterior, los turistas hispanos cuando visitan esta espectacular plaza, siempre tienen una atracción especial para ir a ver su provincia. Yo iba a ver la de Burgos, pero no con la intención de volver a ver lo ya repetidamente había visto; iba con la intención de poderme encontrar y hablar con algún paisano, por aquello de compartir con alguien mi soledad, aunque fueran sólo unos momentos. Pero no, nunca encontré a nadie. Me alejaba un poco para no dar sensación de estar esperando y así hacerme el encontradizo casual. ¡Qué pena! nunca funcionó, se ve que los burgaleses en aquella época no andaban por aventuras viajeras sevillanas. Las tardes eran ya diferentes, nunca faltaba una obra de teatro en el Lope de Vega, una película, o un partido del Betis o… a la Maestranza, que de todo hubo.


Hacía tiempo que no escribía nada de Sevilla ni de los sevillanos. Hoy al hacerlo, me he sentido muy bien recordando mis cosas de allí.


Saludos.



2 comentarios:

Elena dice...

Es lo que suele pasar cuando uno llega a un sitio nuevo y desconocido.
Un lugar nos gusta y atrapa más si lo compartimos con amigos y gente querida.
Me alegro de que guardes esos bonitos recuerdos de un trocito de mi tierra.
Besos.

Fernando dice...

Muchos e imborrables recuerdos de tu tierra hay dentro de mi.

Gracias por tu visita.

Besos.