miércoles, 9 de diciembre de 2009

El milagro del Santo. Caminando a Santiago...


Santo Domingo de la Calzada es una agradable y simpática ciudad riojana. Por su situación geográfica, próxima a la Sierra de la Demanda, está algo apartada de los núcleos principales de producción de vinos, aunque últimamente he visto viñas muy cerca de su entorno. Me temo, salvo por algunos milagros de expertos enólogos, que el vino no puede ser de mucha calidad.

Pero hablemos de milagros y de su trascendencia en Camino de Santiago.

Su campo es muy fértil y a él debe su bonanza económica y también ser un punto estratégico en el Camino real o francés. Fue sede obispal y tiene una interesante Catedral, en la que mezclan varios estilos arquitectónicos. Junto a ella, está la casa del Santo Domingo convertida hoy en Parador de Turismo.

Pero para muchos miles de peregrinos a lo largo de muchos siglos, fue y sigue siendo famosa por el milagro del gallo y la gallina que os voy a resumir. Seguro que todos conocéis, pero… ¿por qué no le recordamos de nuevo, todos juntos?

Dicen los que de esto saben mucho, que según cuenta la tradición…

Entre los muchos peregrinos camino de Santiago que hacían un alto en esta ciudad para venerar las reliquias de Santo Domingo de la Calzada, llegó un matrimonio alemán con su hijo de dieciocho años.

Y ya se sabe como son las cosas del ardor pasional y juvenil. La chica del mesón donde se hospedaron se enamoró del joven alemán, pero no consiguió sus objetivos amorosos y ante la indiferencia del muchacho, decidió vengarse. Metió una copa de plata en el equipaje del joven y cuando los peregrinos siguieron su camino, la muchacha denuncio el robo al Corregidor, en una época que el robo era castigado con la horca. Le detuvieron por ladrón, le juzgaron, condenaron y ahorcaron.

Los padres, después de la ejecución, decidieron continuar camino a Santiago y quisieron ver por última vez a su hijo que todavía estaba en la horca, como era lo habitual en la época. Cuando llegaron al lugar donde se encontraba, escucharon la voz del muchacho que les decía que Santo Domingo de la Calzada le había conservado la vida. Fueron corriendo a casa del Corregidor de la Ciudad y le contaron el prodigio.

Incrédulo el Corregidor, como lo son casi todos los que mandan, contestó a los padres chulesca y bravuconamente que su hijo estaba tan vivo como la gallina y el gallo asados que se disponía a comer.

En ese preciso instante el gallo y la gallina saltaron del plato y se pusieron a cantar.

Y desde entonces se escucha decir…

«Santo Domingo de la Calzada,
donde cantó la gallina después de asada»

No sé desde cuando, pero seguro que fue hace mucho tiempo; para recordar el milagro de Domingo de la Calzada, en el interior de la Catedral, según vemos en la foto, muy cerca del sepulcro del Santo, hay permanentemente viviendo una gallina y un gallo de colores blancos que son relevados cada mes. Es todo un símbolo muy curioso de la ciudad riojana y un recuerdo para el milagro (“documentado” lo tiene la Iglesia) de su santo patrón. El espectacular gallinero catedralicio es visita obligada cuando se está en este agradable y próspero pueblo riojano.

2 comentarios:

Elena dice...

Vaya, pues yo no conocía la anécdota, o el milagro.
Gracias Fernando, otra cosa que me enseñas.
Un beso.

Fernando dice...

Hola, Elena, en "penitencia" por no conocer el supuesto milagro del Santo, deberías hacerte un viaje por esta zona de España, si es que no la conoces ya.Es muy diferente a tu tierra pero estupenda también como ella.

Gracias por tu visita.

Un beso