viernes, 11 de diciembre de 2009

San Juan de la Cruz




Muy pocos serán los que no consideren a Juan de Yepes Álvarez, San Juan de la Cruz, uno de los grandes o el más grande poeta de la lengua castellana. Su obra, su poesía es bellísima, mística, espiritual, siempre sublime. Es única. Es único.

Todos los amantes y estudiosos de su obra coinciden; su “CÁNTICO ESPIRITUAL”, es la obra cumbre del poeta castellano. ¡Qué pena! no saber algo más para alabarle como se merece y agradecerle por ser el maestro de maestros. Sigue siendo la poesía de San Juan, fuente donde se inspiraron cientos de escritores que buscaban en su obra, en su misticismo, la inspiración necesaria del más grande y perfecto poeta español.

No tengo ninguna preparación específica para internarme en su obra, pero sí tengo capacidad para dar mi opinión, modestísima opinión y ver siempre, desde mi ignorancia y atrevimiento, un mensaje muy diferente del que tradicionalmente nos ha dado la Iglesia de su Cántico Espiritual.

A mi, este espléndido poema, me lleva a amores terrenales, físicos, nada divinos, vividos con intensidad y pasión, como lo son todos los en sus momentos de mayor intensidad pasional. Creo que nos habla de amores frustrados con… ¿alguna muchacha? ¿algún muchacho? Al final sería lo mismo. Siempre será una delicia leerle. Siempre será el más grande poeta.

Amancio Prada, en un extraordinario trabajo, puso música y cantó deliciosamente, con emoción y entusiasmo los poemas de San Juan de la Cruz. En el video que podéis escuchar, están los 15 primeros versos de su Cántico Espiritual. Si os apetece, escucharlo con atención, merece la pena. No obstante, a pesar de poder leerse mientras se escucha la voz del cantautor, os copio aquí esas primeras tres estrofas.





Cántico espiritual

Canciones entre el alma y el esposo


Esposa:

¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras

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