domingo, 10 de enero de 2010

Se llama, Carlos

Carátula del CD de Carlos.






No sé de donde viene ni a donde va, no sé nada. Nunca su nombre figurará en ningún cartel anunciando un concierto con una orquesta o una actuación de flamenco. Nunca escuchará en ningún teatro un: ¡Bravo! ni un ¡Olé!, aunque estoy seguro que tampoco aspira a ello.

De joven estoy seguro, soñó muchas días en verse junto a una orquesta en un teatro abarrotado de público o dando un recital de flamenco, pero no. Hoy es tan digno como si lo hubiera conseguido, pero no, no pudo ser; nunca saboreará la miel del triunfo y del aplauso. No.

Hoy, Carlos, es un estupendo músico guitarrista que todos los días, aunque solo puede hablar de festivos, en la Calle del Agua, junto a la de la Pimienta y a escasos metros de la Plaza de Venerables, allí junto a las murallas del Alcázar en el corazón del barrio de Santa Cruz de Sevilla, acaricia con ternura a su guitarra como si de una bella joven se tratara.

Avanzas lentamente por Santa Cruz y de repente, te llegan los sonidos de la guitarra de Carlos; al principio muy lejanos, pero ya te está regalando al Maestro Rodrigo o a Francisco Tárrega principalmente. Te acercas y allí le ves con su vieja guitarra, sentado en un minúsculo asiento apoyándola sobre su pierna y el inconfundible Concierto de Aranjuez o la maravilla de los Recuerdos de la Alhambra y en el duro suelo, para seguir recordando que la vida es dura como el asfalto, la funda de su novia más preciada albergando las monedas que se le quiera dar.

No es ningún jovenzuelo, aprendiz de todo. Es una persona adulta, de unos 40-45 años calculo, no muy alto, un flequillo cae sobre su frente. Se le ve fuerte físicamente. Un día tras otro al cobijo del calor sevillano a la sombra de la muralla, Carlos, allí está. Todos los domingos que por ese itinerario pasaba, camino de mi Plaza de Doña Elvira, estaba Carlos. Me paraba a su altura, esperaba a que terminara de interpretar y correspondía a su regalo musical con mi aportación.

Un día hablé con él y a raíz de aquel momento, cada vez que coincidíamos nos saludábamos y entre pieza y pieza cambiábamos algunas palabras. Me comentó, por ejemplo, que el Concierto de Aranjuez no era con mucho su obra preferida pero que era la que más éxito económico la reportaba y por tanto la repetía constantemente. Le hablé de mi admirado Salvador Bacarisse y su concierto para guitarra e incluso nos cambiamos un disco. Me regaló uno por él interpretado, que una empresa le había grabado y cobrado para que él personalmente los vendiera y yo le correspondí con el que acabo de mencionar del músico madrileño.

Si alguien que me pudiera leer, va o está en Sevilla, ¡por favor! que vaya a Santa Cruz, que entre por el Patio de Banderas y bordee la muralla por la calle del Agua o haga su entrada al barrio por la puerta de hierro de los jardines de Murillo y que vaya atento, sin hacer ruido, seguro que empieza a escuchar al Maestro Rodrigo interpretado por Carlos; que llegue a su altura, escuche su música con el respeto que cualquier músico merece y al final sea generoso con el guitarrista y le recompense dignamente su trabajo y esfuerzo.

¡Ojalá! siga estando en ese entrañable lugar y puede volver a saludarle y escuchar de nuevo su música cuando se produzca mi añorada vuelta a Sevilla.

6 comentarios:

Elena dice...

Hay que ver la de músicos estupendos que se ganan la vida tocando por las calles.
Es una verdadera pena que hayan ocupado muchos años de su vida a estudiar y perfeccionar su música, y al final no tener orquesta o teatro en el que actuar.

Si alguna vez voy a Sevilla, lo buscaré y le hablaré de ti.

Un beso.

Mª Ángeles dice...

La verdad es que las calles y la no fama esconde verdaderas joyas del arte, y casi siempre muy mal pagadas y muy pco reconocidas. Me ha gustado el modo de hablar de Carlos, se ve que lo recuerdas con afecto y tal vez él esconda en su memoria muchas caras y rostros anónimos que, como tu, se acercaron a él en lugar de mirarlo con desdén, como suele hacer la gente al ver a un músico ambulante, y se interesa por su trabajo.
Tal vez si Carlos y otros muchos que adornan las calles de las ciudades de España, se hubieran tropezado en su momento con la persona adecuada, su labor no habría quedado relegada a un segundo plano, y podrían ocupar alguna lista de éxitos.
Te felicito por haber tenido el privilegio de entablar conversación con uno d estos artistas tan poco valorados y haber disfrutado de su música.
Saludos

Pasión dice...

Un músico ´de esas características como es la de Carlos, ya "no se lleva", Fernando.

Aquí lo que prima es la chabacanería, esas "fusiones imposibles", y creo que ya te comenté que a mí el flamenco no me gusta mucho, la verdad, salvo poquitas excepciones, la mayoría están en el otro mundo, eso sí que era arte, cuando el hambre aprieta es cuando salen los verdaderos genios. Mi madre que es de Cádiz y mi padre que era gallego, pero muy andaluz, nos enseñaban, ella cantando y él jaleándola.

A Carlos no lo conozco, si lo veo ten la seguridad que lo escucharé.

Un abrazo

Fernando dice...

Hola, Elena. Ya me he enterado que has podido ver la nieve y pasar frío en tu tierra. Siempre es un espectáculo bellísimo ver nevar aunque luego el deshielo ya es otra historia. En fin, estar en la calle a menos 12º, también es una experiencia “agradable” que practiqué ayer domingo a las 10 (DIEZ) de la mañana. Te la recomiendo sin maldad.

Tienes razón, hay demasiadas personas que se quedan en el camino por falta de oportunidades y suerte. La vida es así de injusta o mejor dicho, los humanos la hemos hecho así.

Córdoba, Sevilla, Granada... siempre merecen una visita y el Barrio de Santa Cruz, como el de judería cordobesa, con más motivo. Cuando vayas, sé que te acordarás de lo que hoy he escrito y si coincides con Carlos será más bonito todavía, le podrás escuchar.

Gracias por tu visita.

Un abrazo.

Fernando dice...

Gracias, Mª Ángeles, por tu visita.

Las pequeñas cosas son las que nos hacen sentirnos bien. Ir a un gran teatro y aplaudir a Plácido Domingo o a Paco de Lucía o a la increible orquesta, la que sea, es muy fácil, demasiado fácil y muy caro, y suele estar al alcance de la mayoría.

De antemano sabemos que vamos a salir satisfechos. Pero disfrutar con unos actores aficionados, con una banda de música de un pueblo pequeño o con la guitarra de Carlos, es diferente. Nunca tendrán la calidad de los consagrados y divos, pero están llenos de espontaneidad y frescura, que el profesional ya no sabe dar aunque estén sobrados, que lo están, de calidad.

No sé si existe la suerte, creo que sí, pero está claro que fue esquiva para muchos que se quedaron sin saber como era.

Saludos muy cordiales y hasta la próxima.

Fernando dice...

Gracias, Pasión, por tu visita.

Pues sí, tienes toda la razón en que cada vez más la chabacanería avanza día a día y por eso ejemplos de personas dignas, se cual sea su oficio incluido el de músico ambulante, son menos habituales. Carlos, lo poco o mucho que gane (supongo que más bien poco) se lo gana con dignidad, al menos, lo creo así.

Aunque también hay que reconocer, si es que Sevilla no ha cambiado mucho en mis tres años de ausencia, que en la C/ Tetuán o en Plaza Virgen de los Reyes, en mucha ocasiones actuaban grupos de música clásica, que aún sin entender, me atrevo a asegurar que eran muy dignos y buenos, además de cuidar todos los detalles como podía ser su propio vestuario.

Lo malo son esos patosos que van de “flamencos” desprestigiando este movimiento cultural y musical tan extraordinario y arraigado en Andalucía y que tan increíbles artistas tiene y no me resisto a no citar, entre otros, a Paco de Lucía que siempre se define como guitarrista flamenco.

¿Recuerdas la anécdota del gaditano en un concierto, creo que en el Sánchez Pizjuan durante la Expo y que se negó a actuar en la gala donde intervenían Plácido Domingo entre otros? Aquel día, Paco, el hijo de “la Lucía”, dignificó el flamenco como nadie hasta entonces lo había hecho, aunque muchos, opinaron todo lo contrario. También estaban en su derecho.

Un abrazo y hasta la próxima.