miércoles, 20 de enero de 2010

Chicles





Os invito a
que observéis con detenimiento el suelo de cualquier ciudad y en especial las zonas peatonales o próximas a establecimientos de chucherías para niños.

Es asombroso como estamos cambiado el suelo de las ciudades; sin darnos cuenta y de un modo totalmente incivilizado estamos llenando las calles y paseos en un lamentable espectáculo de chicles pegados.

Los hay de todo
s los colores, pequeños, grandes. Son el testigo mudo de nuestra falta de la más elemental educación vial, son reflejo de nosotros mismos y al final tenemos que llegar a la conclusión de que somos unos guarros por permitir tanta incultura cívica al tiempo que, sin conocer el motivo, presumimos de ser los más limpios, cultos, educados etc. etc. que en esos momentos de autobombo y alabanza parecemos que ninguno tengamos abuela.

Es lamentable que las madres y padres de niños pequeños, causantes principales de esta inmundicia, no se estén concienciando que así no podemos seguir y que los chicles de sus hijos los deben recoger en un papel y depositarlos en una papelera. Ni un minuto más pueden seguir nuestras calles tan escandalosamente sucias.

Hemos avanzado algo en cuanto a recoger la mierda de los perros pero en este otro terreno caminamos cuesta abajo y sin freno. Esos padres tan modernos, defensores de no sé cuantas cosas, son unos guarros por no preocuparse de los chicles de sus hijos.

Suelo tomar café junto a una tienda de golosinas, de esas que tú mismo te sirves los caramelos y lo que quieres comprar. Voy a dejar de ir, me da asco ver todo lo que veo a diario, h
ay miles de chicles pegados en el suelo.

Además en muchos lugares hay ya problemas añadidos. Uno es que las autoridades no están concienciando, ni haciendo campaña para erradicar este sucio comportamiento y la otra sería que en muchas calles peatonales, las losetas no van fijadas
con cemento, van pegadas y una manguera con fuerte agua a presión despegando los chicles, perjudicaría el pegamento y podría soltar las losas del suelo.

La solución, no la busquemos fuera. La tenemos nosotros y está a nuestro alcance si es queremos que esté.

Saludos.



6 comentarios:

Elena dice...

Hola Fernando.
Esto que cuentas es el mal de todas las ciudades y pueblos de España.
Y la solución, como bien dices, está en la educación que damos a nuestros hijos.
Creo que si los ayuntamientos hicieran público el dineral que se gastan, y que pagamos todos, en limpiar las pintadas, en reparar el mobiliario urbano, en quitar chicles, etc., seguro que nosotros mismos, los ciudadanos, recriminaríamos a los que ensucian.

Un beso.

Fernando dice...

Hola, Elena, gracias por tu visita.

Creo que fue Napoleón quien dijo aquello de que a los hijos se les deben educar 20 años antes de que nazcan, en clara alusión a los padres. De padres educados, hijos educados.

No hay más remedio que concienciarnos que nuestros hijos «supuestamente» han venido al mundo en lugares civilizados y por tanto les tenemos que dar ejemplo todos los días.

Creo igualmente, al menos antes así era, que en Dinamarca apenas hay barrenderos; los ciudadanos están metalizados y no manchan las calles, no manchan nada. Estamos a años luz de esa educación pero algo hay que hacer y alguna vez empezar.

Recuerdo un refrán y con ello termino.

«No es más curioso el que mejor limpia, lo es el que no mancha»

Un abrazo.

Pasión dice...

Fernando, los chicles eran mi perdición, y las ¿cáscaras de pipas?, pregúntale a los nazarenos que van descalzos, qué malas ideas.

Mi hermana la mayor odia el chicle, siempre estaba detrás mia, me decía: "ya puedes tirar ahora mismo el chicle ese a la basura, una señorita no debe estar todo el día masticando".

En el colegio lo mismo, qué buenas profesoras me tocaron, antes de entrar en las aulas se ponían en la puerta con la papelera y a la que veían masticar la paraba y el chicle iba directo a la basura.

Nunca más he comido chicle en sitios públicos y agradezco a mi hermana sobre todo sus buenos consejos.

Observa, y no sé por qué razón ahora, la cantidad de personajes que mastican en público sin ningún pudor, creo que está de moda.

En Madrid viví cinco años y no encontré por la zona un quiosco que vendieran pipas y recuerdo una publicidad en ellos en la que nos recomendaban guardar el envoltorio para que una vez masticado el chicle lo metieras en él y a la papelera.

Mis hijos no comieron chucherías hasta que entraron en el colegio, ahí es donde "aprenden bien".

Les regalaban caramelos y yo los tiraba, je,je, qué mala soy.

Un abrazo

Fernando dice...

Lo peor, Pasión, no es que nos guste el chicle o las pipas o caramelos o lo que sea, lo que realmente hacemos o hacen mal es que usemos el suelo como papelera.

La principal escuela está en la familia y ahí debe nacer todo, pero me temo que como en todas las épocas (en unas más que otras) se están olvidando muchos valores que deben inculcarse a los más pequeños desde muy niños.

Pero de todo lo que tiramos al suelo, lo peor sin duda, el cicle; las pipas y los papeles o caramalos se pueden barrer, aunque habiendo papaleras no se entienda, pero el chicle...se pega y despegar uno de ellos cuesta mucho dinero, aparte del lamentable efecto visual que produce.

Hay personas públicas, generalmente vinculado al deporte, que son patéticos cuando les enfocan la TV y están mascando chicle. No sé como pueden seguir haciéndolo después de verse.

Gracias, Pasión, por tu visita, y por contarnos tus cosas.

Un abrazo.

Mª Ángeles dice...

Pues si, Fernando, tienes toda la razón. Cada día somos más guarros, pero no creo que esas mamás tan finas que no educan correctamente a sus niños, tengan el pasillo de su casa con los pegotes de chicle, ya que yo instaría a esos niños a hacerlo. Tal vez así sus madres les digan que eso no se hace, que se ensucia el suelo.
Lo más vergonzoso es que muchas veces son las propias madrs las que animan a sus hijos a tirar el papel al suelo, el chicle, las pipas, a hacer pis detrás de un coche y un largo etcétera de guarrerías, que las muy marrranas deberían hacer en sus propias casas, para darse cuenta de que la ciudad no sólo es del ayuntamiento, es de todos y todos tenemos la obligación de mantenerlas limpias.
De poco vale un escuadrón de limpieza, si los ciudadanos no cooperamos en su mantenimiento.
¡Qué asco me da esta gente, por Dios!

Saludos

Fernando dice...

Totalmente de acuerdo, Mª Ángeles. Poco o nada puedo añadir a tu acertado comentario. En este caso y en otros muchísimos, al final en todos, la culpa es de los padres. Los niños generalmente hacen lo que ven a ellos o lo que estos les dicen o consienten.

Después de publicar el comentario, me di que debería haber puesto que esos mismos padres que consienten que los niños ensucien todo, si les permitirían que en su casa chicles pegados en el suelo. Lo que tú acertadamente comentas.

Y vuelvo a terminar con el dicho que he puesto en la respuesta a Elena: «No es más curioso el que mejor limpia, lo es el que no mancha»

Bienvenida de nuevo.

Un abrazo.