viernes, 1 de enero de 2010

Bares de «pintxos»





Por motivos profesionales, días atrás tuve que visitar varias ciudades vascas. Nada especial, son lugares que conozco sobradamente por obligación y también a veces por devoción. En ocasiones me veo obligado y nada me importa, a pasar varias horas o días en ellas. Por cierto, probé una nueva ruta a través de la nueva autopista Vitoria- proximidades de Eibar y francamente estupenda; se adelanta bastante tiempo, aunque los que sufrimos algo de claustrofobia lo pasamos un poco mal con tanto túnel; pero son inevitables. No parece que en esta ocasión, los iluminados ecologistas vascos hayan hecho mucho ruido. No sé el motivo pero seguro que hay o habido algo “especial” en esta obra.


Me llamó la atención San Sebastián por la obra que están haciendo de ampliación de aparcamiento subterráneo, donde siempre aparcaba y eso hace que sea casi misión imposible hacerlo. Al final y bastante lejos del centro conseguí plaza. Cuando esté terminado será estupendo volver al céntrico aparcamiento de La Concha. Sales de él y lo primero que ves es la playa y el mar y enfrente el monte Igueldo que junto con la isla, hacen que sea un paseo muy agradable.


Me había pasado en Vitoria y me volvió a pasar allí. Me sigue llamando la atención de que el Gobierno Vasco y su Departamento de Sanidad no pongan freno a la marranería que hay en los bares de tapas. Es de tiempos muy arcaicos y pasados las condiciones higiénicas que tienen la mayoría de ellos. Lo que allí se sigue viendo no ocurre ya en ningún sitio de la España europea. Igual da una aldea de Andalucía, que un pueblo de Castilla o de Murcia. Muchísimo más higiene que cualquier bar de la zona de pinchos de San Sebastian o Vitoria que son las dos últimas capitales vascas que he visitado. En Bilbao sé que ocurre lo mismo.


Entras ahora en cualquiera de ellos y al igual que hace muchos años, te encuentras una barra llena, empetada de platos y más platos con apetitosas pinchos, tapas etc. El aspecto es muy bueno y la calidad seguro que lo mismo. Pero en TODOS los bares típicos y son muchísimos, toda esa comida está sin protección de vitrinas. Cualquier puede coger cualquier pincho que esté a la vista sin necesidad de pedirlo.


Allí, sobre la barra están todos ellos expuestos y reciben los humos de los fumadores; las toses y todos los bichitos que les suelen acompañar; se llenan de las salivas de los que hablan, los famosos “perdigones” y que a tantas personas se les escapan. Igualmente reciben las tapas, los alientos de todo tipo; unos serán pestilentes otros no tanto de las personas enfermas y sanas que están en la barra. Es imposible que no les contaminen, están a escasos 20 centímetros. ¡Ah! y… mejor que nadie estornude; no podemos imaginar las inmundicias con las que se pueden contaminar esos alimentos.


Total, que si al final te decides tomarte algún pincho de aquellos, te puede saber y oler a pestilente humo de tabaco, puedes meter en tu boca salivas extrañas de los varios visitantes del bar y que se han quedado en las tapas, puedes igualmente ingerir, sin lugar a dudas cualquier virus de enfermedad contagiosa. Todas esas marranadas y muchas más quedan y contaminan los alimentos que se consumen en bastantes de esos establecimientos hosteleros de la Comunidad Vasca. Es un auténtico atentado contra la salud de los clientes.


Tercermundismo total y absoluto en los bares de tapas y pinchos vascos. Mayor marranería es imposible y los Departamentos de Sanidad correspondientes mirando para otro lado, supongo; porque si han autorizado esa forma de exponer los alimentos en la barra, la responsabilidad de los políticos y funcionarios de la sanidad pública vasca sería mucho más grave.


Lo dicho, en ese aspecto, tanto a los bares, como a la sanidad pública vasca y a los comensales, suspenso total y absoluto. Es impropio de una sociedad supuestamente civilizada del siglo XXI. Siguen viviendo, al menos en ese aspecto, en la época en la que en los bares te envolvían los bocadillos en el “higiénico” papel de periódico.




4 comentarios:

Elena dice...

¡Osú! Qué fatiguita me está entrando, Fernando.
Con los días de comer que llevamos y ahora vienes tú a darnos la digestión.
La verdad es que por aquí está todo eso muy controlado y a la mínima tienes a un inspector revisando el bar.
Lo mismo debería ocurrir en el País Vasco, sitio en que las tapas tienen tanta fama.

¡Ay Fernando, que todavía estoy dando arcadas! jajaja....

Besos.

Fernando dice...

Hola, Elena. Todavía recuerdo con simpatía una pequeña taberna en Aracena (Huelva) junto a la gruta. Me llevó un amigo que había nacido allí. Ningún lujo, todo lo contrario, pero eso sí, muy limpio todo y el lomo ni te cuento cómo estaba de bueno. Total que nos enrollamos con el dueño, un simpático señor mayor y acabamos comiendo todos lonchas de lomo del mismo plato. Recuerdo que bebimos un estupendo vino tinto de la zona, más bien rosado, que estaba depositado en una jarra que tapaba con un plato para evitar que entraran moscas. Al final, compartirlos la cuenta con el dueño y la redondeó de tal forma que casi nos invitó contra nuestra voluntad. Lo importante, aparte conocer a este señor, fue el rato agradable que habíamos pasado los tres. Arreglamos todo. Pero a lo que iba, todo muy humilde pero súper limpio y las pocas tapas que vendía en sus vitrinas. Eso sí, no había servilletas de papel para limpiarnos los dedos, pero tenía un espléndido rollo de papel higiénico que hacía perfectamente esa función y es que muchas veces no hace faltan florituras ni artificios para que todo esté en orden.

¿Qué inspectores sanitarios le podían decir o sancionar aquel simpático tabernero? Ninguno. Todo muy humilde, todo muy limpio y lo que no debía estar sin protección, no estaba.

Y lo que te acabo de contar ¿viene a cuentode algo? No estoy muy seguro pero bueno, me ha servido para saludarte con el mismo afecto y simpatía de siempre en estos primeros días del año e igualmente agradecerte tu visita.

¡Ah!, y a partir de hoy y durante unos días, verduras y pescadito a la plancha.

Un abrazo y hasta la próxima.

Pasión dice...

Entrañable la historia del tabernero de Aracena; por rincones inesperados los puedes encontrar.

Este año no he comido tanto como otros años, nos faltaban dos hijos a la mesa por cuestión de trabajo, eso es bueno, pero me sentía por primera vez "extraña".

He visitado esos bares ´del que tú haces referencias, y has escrito exactamente lo que muchos hemos pensado al conocerlos, menos mal que soy de poco comer y aguanto porque ¡vaya asquito!, es una pena, no me dirás Fernando que no tienen buena pinta esos manjares, en fín, ellos sabrán que hacen y Sanidad también, digo yo.

Feliz entrada, un abrazo

Fernando dice...

No puedo cuestionar, Pasión, la buena presencia y con toda seguridad la calidad de estos "pintxos", pero a partir de ahí ¿qué te voy a contar a ti, precisamente que conoces esos bares de tapas vascos?

Lo de no comer mucho en Navidad no está nada mal y la penita de no ver la mesa completa de tus comensales, seguro que te trajo un poco de morriña aunque la satisfación, en los tiempos que corren, que fuera por trabajo creo que aliviaria casi del todo tu nostalgia.

Creo que un día escribí en tu cuaderno; que a pesar de todo (los políitcos actuales pasarán, no lo olvides) no cambies nunca, Pasión, un palmo de tu Andalucía de nuestra Andalucía (de algún modo me siento también andaluz sin renunciar a mi origen) por nada.

Un abrazo.

PD. Ya que me recuerdas mi "aventura" en aquella taberna de Aracena y aunque un día escriba cómo es mi amigo, el trianero, Carlos, "El Bola", fue con él con quien pasé aquel delicioso día en el pueblo (Aracena) donde había nacido su madre. ¿Sabes lo primero que me hizo hacer al llegar al pueblo? Subir a la ermita y allí estuvo rezando un buen rato. Seguramente no habrá vuelto a rezar, pero...es que "El Bola", es mucho "El Bola".